Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

El expresidente Álvaro Uribe Vélez fue absuelto de fraude y soborno por el Tribunal Superior de Bogotá, revocando su condena de 12 años. Un giro inesperado que conmociona la justicia colombiana.

El 21 de octubre de 2025, el Tribunal Superior de Bogotá dictaminó la absolución del expresidente Álvaro Uribe Vélez, un fallo que revoca la condena de 12 años de prisión domiciliaria que pesaba sobre él. La decisión se tomó respecto a los delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal. Este veredicto marca un antes y un después en uno de los procesos judiciales más mediáticos de Colombia, generando reacciones diversas en todo el país.

La resolución fue impulsada por el magistrado ponente Manuel Antonio Merchán, con la participación de Alexandra Ossa. Sin embargo, la magistrada María Leonor Oviedo se apartó de la decisión mayoritaria. Este tribunal contradijo el fallo inicial de la jueza Sandra Heredia, quien había condenado a Uribe en primera instancia. La Fiscalía General de la Nación, liderada por Luz Adriana Camargo, no logró demostrar la culpabilidad del expresidente.

La absolución se produjo tras una apelación interpuesta por la defensa de Uribe y, sorprendentemente, por la Procuraduría General de la Nación. El Tribunal Superior realizó una minuciosa revisión de las pruebas presentadas en el caso. Determinó que la Fiscalía no pudo probar más allá de toda duda razonable la responsabilidad de Uribe en los delitos imputados. Se señalaron, además, serios errores en la valoración de las evidencias por parte de la jueza de primera instancia.

Este fallo representa un giro trascendental en la compleja saga judicial del expresidente, reafirmando que no hubo pruebas contundentes. La decisión subraya la importancia crítica de una valoración rigurosa y correcta de las evidencias en cualquier proceso penal. Con esta absolución, Álvaro Uribe Vélez queda libre de los cargos, lo que podría tener implicaciones políticas y sociales significativas en el panorama nacional. La justicia ha hablado, y su veredicto es claro: la culpabilidad no fue probada.